por Josep Maria Antentas,
Profesor de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona
La troika respira tranquila. Habrá un nuevo gobierno
pro-Memorando en Grecia. El eslabón más débil de la zona Euro aún no se ha
desfondado. La oligarquía financiera, este 1% que señala Occupy Wall Street,
vio con preocupación estos días como el fantasma surcaba de nuevo. Ayer quizá compraron tiempo, consiguiendo
apuntalar precariamente un andamio que se cae. Pero el fantasma ha vuelto para
quedarse.
La realidad es que la crisis económica y social se
transformó en crisis política generalizada, en términos gramscianos en una
crisis de hegemonía y una “crisis orgánica del Estado”. Las políticas de ajuste
estructural hicieron implosionar el sistema de partidos tradicional en Grecia y
la brecha abierta no va a cerrarse fácilmente.
El miedo, alimentado por una verdadera campaña de terror
mediático de la derecha y el chantaje neocolonial de la Troika, triunfó sobre
la esperanza. Pero la alegría de la Troika puede ser efímera. El nuevo gobierno
será un gobierno débil, formado por partidos desacreditados carentes de
legitimidad, y tendrá el mandato de proseguir con unas políticas impopulares
que provocarán nuevas y decididas movilizaciones. Las declaraciones, tras
conocer su victoria, del candidato de Nueva Democracia Samaras afirmando que
llevará al país por “la senda de la prosperidad” son poco más que un mero
ejercicio de cinismo que serán pronto desmentidas por la realidad.
No future es lo único que las políticas de la Troika y sus
vasallos ofrecen al pueblo griego. Aunque cansado por dos años de resistencia
tenaz, éste ha decidido no morir sin presentar batalla, no rendirse de forma
indigna. Luchando cual gato panza arriba, aún desde la acumulación de derrotas,
paradójicamente el pueblo griego ha recuperado su mejor arma: la confianza en
la capacidad de vencer.
El ascenso de Syriza, bajo las cenizas de un PASOK
descompuesto y en ruinas, se basa en su capacidad de combinar credibilidad
política y social con credibilidad electoral, en un escenario de levantamiento
social prolongado. La clave de su éxito es que aparece como una formación
“distinta” e inmaculada frente a los recortes a la que no se le puede reprochar
haber colaborado con el infame PASOK ni gobernar con él en regiones o
municipios aplicando políticas de recortes. Su propuesta de formación de un
gobierno de izquierdas anti-Memorando durante la campaña de las elecciones del
6 de mayo fue la palanca que la propulsó electoralmente y que modificó las
coordenadas del debate electoral. De golpe, la posibilidad de un “gobierno de
izquierdas” apareció como una salida concreta y factible a la pesadilla de los
recortes, como una fórmula casi mágica a la que una parte del pueblo griego se
agarró en medio del desamparo.
El positivo e impactante ascenso de Syriza no sólo ha
significado un rayo de esperanza para los trabajadores griegos, sino que
también ha capturado la imaginación de la izquierda europea, desprovista de referencias
y experiencias prácticas exitosas y consciente de que en el país helénico se
libra la batalla más decisiva del continente en el combate global contra los
planes del capital financiero. Conviene,
sin embargo, no idealizar acríticamente Syriza, una coalición plural y en la
que coexisten orientaciones distintas, algunas de ellas muy moderadas, otras
consecuentemente anticapitalistas. Sus debilidades organizativas y de
implantación social son enormes y sus propuestas programáticas y discurso
político presentan límites e inconsistencias importantes. Del 6 de mayo al 17
de junio se ha hecho notar un ligero desplazamiento de las propuestas de Syriza
sobre el Memorando, la deuda y las cuestiones clave hacia formulaciones un poco
más ambiguas y menos rupturistas, aunque manteniendo un claro perfil de
oposición a la lógica del ajuste estructural, sobre el que se cimienta su
credibilidad y su identidad política.
En este nuevo escenario el fortalecimiento de la
auto-organización social en los barrios y centros de trabajo seguirá siendo la
variable clave pues no se podrá iniciar ninguna lógica consistente de ruptura
con las políticas de ajuste estructural sin una sociedad movilizada y
organizada. Queda también pendiente como
tarea crucial para esta nueva etapa contra el gobierno Samaras buscar
formas de unidad y colaboración de los principales componentes de la izquierda
griega, en particular entre Syriza y la coalición anticapitalista Antarsya,
débil electoralmente (0’33% ayer) pero con una implantación social igual o
superior a la primera, sin olvidar al KKE (4,4% ayer), el principal partido de
izquierdas en términos militantes y que hasta ahora ha practicado una sectaria
política aislacionista a todas luces fallida.
“El futuro no pertenece a los asustados, sino a los
portadores de esperanza” señaló Tsipras ayer tras conocer los resultados. En su
discurso final ante centenares de simpatizantes y seguidores, un poco
decepcionados por lo que pudo ser y no fue pero conscientes de que el combate
es largo, anunció firmeza contra los recortes y la necesidad de proseguir la
movilización.
Ayer se perdió quizá una batalla, pero esto está lejos de
haber terminado. Mientras Tsipras finalizaba sus palabras la voz de Patti Smith
enviaba atronadoramente por los altavoces un mensaje directo a la Troika:
“people have the power”.
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